el recinto y el tiempo de estar en mí, conmigo.
A salvo, finalmente. Completamente a salvo del dolor, la razón y el consuelo.
Sin temblor. Sin temor. Sin atender a nada. Sin aguardar siquiera a que suceda algo.
Obediente cautivo que enhebra sus jazmines e insistentes cifras, cada noche, que en su ábaco ordena las estrellas,
así yo voy limando bayonetas y heridas de rencores y lágrimas.
Porque ya nada importa..."
Ana Rossetti.
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